miércoles, 13 de abril de 2011

EXPLORANDO MARAVILLAS


LA HARPÍA...
MAJESTUOSIDAD Y REINA DE LAS SELVAS

Por: Alberto Blanco Dávila
Fotografías: cortesia de Alexander Blanco
        http://www.gruporioverde.com/  
  
En mis viajes y expediciones por las selvas húmedas del Sur del Orinoco he tenido el inmenso privilegio que muy pocas personas han tenido, y es el de cruzarme con la especie animal que se encuentra en el nivel más alto de la cadena alimenticia, no sólo de Venezuela, si no de todo Centro y Sur América, les hablo de la imponente águila harpía, o cómo se le conoce científicamente Harpia harpyja. 
 El águila harpía es considerada al ave de presa más poderosa del planeta y desempeña un papel
fundamental en el equilibrio de nuestros ecosistemas. Llegar a verla en su ambiente natural puede resultar una tarea difícil y frustrante, primero, debido a lo silenciosa y hábil que es, y segundo, a pesar que es muy tolerante a los cambios ocasionados por el hombre, es muy vulnerable si se le molesta con regularidad y sobre todo que es una especie que presenta muy bajas densidades poblacionales, y ligado a esto se encuentra en estado de peligro de extinción por factores antrópicos.

El primer encuentro con el Águila Harpía…
En sólo cuatro lugares he tenido la gran dicha de observar al ave más poderosa del  mundo y quedar pasmado ante tanta grandeza. Estos cuatro lugares son el río Cuao (Reserva Forestal del Sipapo) y en el río Cataniapo ambos en el extremo noreste del estado Amazonas, en el río Caura y en la Reserva Forestal de Imataca en el estado Bolívar.
La primera vez que tuve el deleite de ver el águila harpía fue en el río Cuao, este hermoso río de aguas negras afluente importante de nuestro gran río Orinoco está ubicado al noreste del estado Amazonas, su cuenca se encuentra protegida bajo la figura de Reserva Forestal.
Fue así entonces, cuando hace algunos años llevando a un grupo de turistas en un tour al río Cuao, específicamente a Raudal de Danto y al Caño Paraíso, ambos sitios al pie de la serranía del Cuao-Sipapo. Raudal de Danto es un sitio mágico en dónde está asentada una comunidad indígena de la etnia Piaroa. Esta comunidad es el primer lugar de pernocta de nuestras expediciones por el río Cuao, es una aldea relativamente grande en la ribera del río al frente de una hermosa cascada y raudal que impide el paso de las embarcaciones, por ello hay que tomar otra embarcación arriba de la caída de agua. Muy temprano en la mañana luego de tomar el desayuno tomamos otro bongo.(embarcación típica del Amazonas) y emprendimos a remontar el río Cuao con destino al Caño Paraíso.

Al cabo de 20 minutos navegando diviso a lo lejos en la parte alta de una Ceiba (Ceiba pentandra) en la margen derecha del río una gran ave rapaz, por su tamaño sólo podían ser dos especies, el águila monera (Morphnus guianensis) o el águila harpía (Harpia harpyja), estas dos especies de la misma familia son las aves de presa más fuertes y tienen gran parecido. Al ver esta gran ave le di instrucciones a nuestro motorista Piaroa de acercarse muy lentamente, ya cuando estábamos muy cerca apagamos el motor y nos arrimamos poco a poco a la orilla con ayuda de los canaletes (remos típicos hechos por los indígenas), al detenerse por completo nuestro bongo tomé mis binoculares y con mucha impaciencia y exaltación me dispuse a identificar el ave rapaz, para mí fue un momento de gran emoción ya que estaba seguro que era una de esas dos especies. Cuando logro conseguir el ángulo perfecto y enfoco los binoculares veo la mancha negra en su pecho, su penacho y su cola con tres grandes barras grises, los brazos me temblaban de la conmoción ya que confirmé que era un águila harpía. Fue la primera vez para mí en ver esta
hermosísima y majestuosa ave rapaz. 

Los turistas que llevaba no podían creer lo que veían, nada más y nada menos que el águila más poderosa del mundo y una de las más grandes que existen. Así mientras se deleitaban observándola yo les explicaba un poco sobre la historia natural de esta enorme y eficaz depredadora, aunque no eran turistas especializados solamente amantes de la naturaleza estaban estupefactos y fascinados.
Luego de pasar un muy grato y sorprendente momento observando la majestuosa águila harpía nos dispusimos a retomar nuestro viaje con destino al Caño Paraíso al pie de la serranía del Cuao–Sipapo, es un hermosísimo río que baja de la serranía lleno de pozos y jacuzzis naturales, bromelias y orquídeas, tucanes y guacamayas, sapitos mineros del género Dendrobates y un sin fin de vida por dónde se mire. Ya instalados en el campamento les contaba a mis turistas todo acerca del águila que recién habíamos visto y de la suerte que teníamos de haberla encontrado.

La temida Arpía,  perfecto depredador...
La Harpia harpyja pertenece a la familia Accipitridae que agrupa a las águilas y gavilanes. Es el máximo depredador de las selvas centro y sur americanas llegando a medir 1.08 mts de porte y hasta 2,20 metros de envergadura. Es poseedora de una muy aguda visión y audición que en conjunto con sus garras de 7 cm de largo (las 2da garras de mayor tamaño del reino animal) la convierte una de las depredadoras más eficaces y temidas de nuestros bosques.  La harpía junto al águila morena de las Filipinas y el águila coronada Africana son las tres águilas más grandes del mundo.


Cuando va de caza para alimentarse puede llegar a alcanzar en vuelo los 200 Km/h para atrapar a sus presas que principalmente representan mamíferos arbóreos cómo perezas, monos y coatíes;  de reptiles cómo serpientes e iguanas, y también de otras aves; tiene un fuerte pico con el que desgarra la carne de sus presas. Rara vez baja al suelo para cazar, pero cuando lo hace depreda especies terrestres como cachicamos, venados, entre otros. Sus nidos llegan a medir hasta 2 metros de diámetro y los hacen en el dosel alto del bosque, a una altura entre 20 y 50 metros del suelo, es construido con ramas secas y la pareja trabaja en conjunto en su elaboración y pueden llegar a pesar hasta los 100 kilogramos, sus árboles preferidos para construir sus nidos son las Ceibas, pero también los hacen en los Zapateros, Merecurillos Algarrobos y Capaetabacos. El águila harpía por naturaleza es escasa, ya que se reproduce aproximadamente cada 2 años y pone entre 1 a 2 huevos y en el caso de 2 huevos sólo uno sobrevive, y el polluelo vive con sus padres hasta los 3 años. Sólo se le ve en pareja cuando están en período de reproducción, de resto es un ave solitaria.
Hace poco tiempo estuve en la reserva Forestal de Imataca en los límites de los estados Bolívar y Delta Amacuro y tuvimos la suerte de presenciar un macho de águila harpía llevando en sus garras a un mono aragüato (Alouatta seniculus) que puede pesar hasta 8 kilos, trasladaba al mono al nido dónde se encontraba la hembra cuidando sus huevos.

El Águila Harpía…¿Sucesora del ave del terror?
Hace más de 60 millones de años reinó en las sabanas y bosques prehistóricos suramericanos el Kelenke o mejor conocido como el “ave del terror”. El Kelenke representaba en aquellos tiempos  el súper depredador del sub-continente americano, que con sus 200 kilogramos de peso, sus 2 metros de alto y 3 metros de largo, en conjunto con su gran rapidez, sus poderosas garras y mortal pico era el animal tope de la cadena alimenticia.
Hoy en día podríamos decir que el Águila Harpía podría ser el equivalente moderno del Kelenke, sin duda alguna nuestra Harpia harpyja encarna al “ave del terror” de nuestros bosques suramericanos. Cuando nombramos a la Harpía como “ave del terror” es importante resaltar que ella no representa peligro alguno al ser humano, pero sí lo representa para los demás seres vivos del bosque, por algo se encuentra en el nivel más alto de la cadena alimenticia y que con todas sus adaptaciones se le puede considerar una perfecta máquina depredadora.

Sus dominios…..

El Águila Harpía se distribuye en las selvas húmedas y tropicales que van desde el sur de México, Centroamérica, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Venezuela, Guyana y Surinam.
En nuestro país, su distribución natural e histórica abarcaba la cordillera de la Costa, los estados Aragua, Carabobo, la sierra de Falcón, en Monagas y en la Sierra de Perijá en el estado Zulia. Pero hoy en día la mayor población se ubica al sur del río Orinoco en los estados Bolívar, Delta Amacuro y Amazonas. Su hábitat comprenden las selvas húmedas y nubladas prístinas y poco intervenidas entre los 600 y 1.200 msnm. Es capaz de tolerar áreas intervenidas por el hombre y su presencia en los bosques.
Amenazas que enfrentar…..Según para la Convención Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) la Harpia harpyja se encuentra en peligro de extinción, mientras que para el Libro Rojo de la Fauna Venezolana es una especie considerada vulnerable a la desaparición y la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la reporta como casi amenazada.
El águila harpía juega un papel muy importante en nuestra naturaleza, ya que controla las poblaciones de otras especies de animales, evitando así una proliferación de mamíferos que acarrearían grandes problemas a cosechas, a animales de corral y al ganado vacuno.

Las causas y amenazas por las que las poblaciones de águilas harpías están disminuyendo son:• La pérdida del hábitat es la primera causa de la disminución de las poblaciones y extinción de especies, ya que la fragmentación de los bosques provoca que especies animales pierdan sus espacios, sus alimentos, nidos, etc. La industria maderera y las actividades mineras destruyen los bosques, y por ende toda forma de vida que en ella se encuentre.
           Un águila harpía requiere de por lo menos 30 Km2 de selva para poder        sobrevivir.
• Otra causa grave es la cacería furtiva indiscriminada. La matanza del águila harpía por temor o por curiosidad, es debido a la falta de educación y conocimiento sobre estos animales, que silenciosamente benefician al hombre.

EL SEÑOR DE LAS HARPÍAS
por: Laura La Cruz
Fotografías: cortesia de Alexander Blanco


Alexander Blanco es un médico veterinario de profesión especialista en fauna silvestre, a sus 40 años de edad, este modesto merideño de nacimiento y aragueño de corazón, a logrado casi todo lo que se ha propuesto, gracias a su perseverancia y buenos principios heredados de sus padres; dos simpáticos apureños que le inculcaron desde temprana edad el amor por los animales, tanto así que su primer paseo, fue al enigmático zoológico chorros de milla en la ciudad de Mérida, marcando desde entonces su destino y convirtiéndolo, no sólo en uno de los mejores especialistas en su área sino además, en el coordinador del programa de conservación del águila harpía en Venezuela, considerado uno de los planes vanguardia a nivel internacional, lo que lo ha llevado a distintos países a presentar sus trabajos.

Sus inicios…
Con su hablar pausado pero contundente, este amante de la vida manifiesta que su gusto por la aventura, por explorar cosas nuevas, lo desarrolló desde muy chico cuando pasaba largas temporadas en la finca de su tío, dedicado a las faenas del llano, cuestión que disfrutaba con placer desmedido y lo hacía soñar con ingresar pronto a cursar estudios veterinarios en la Universidad Central de Venezuela, anhelo cumplido, pero… ¿cómo llega a especializarse en fauna silvestre?
 “…fue circunstancial yo no sabía reconocer especies entre sí, pero estando en el segundo semestre entré a trabajar al zoológico de Maracay  como pasante, y mi primera labor fue hacer el inventario del lugar, iba con mi libro viendo las fotos y tratando de identificarlos.  Ahí tuve un gran maestro que era el caporal de ese zoológico, el señor Carlos Díaz, él me enseñó sentado en una piedra en el zoológico el amor desmedido hacia todos los animales, a entenderlos,  me contaba su experiencia, me indicaba como tratar los animales. Él fue el que me enamoró de la fauna silvestre.
Todo lo que era el procedimiento de manejo de los animales me lo enseñó él. Luego claro ya decidido,  empecé a hacer cursos, hice especializaciones, maestrías, incluso en otros países como Brasil, España, México, entre otros. Lo que me ha permitido ampliar mi experiencia y transmitir ese conocimiento a otros colegas para hacer una generación de relevo impactante con amor a la profesión que es lo que hace falta, recuerden que los títulos no hacen a la gente sino las personas a ellos…”
“…tengo muchas anécdotas en mi trabajo en el Zoo de las Delicias les puedo contar que frecuentemente me llevaba a mi apartamento los animales enfermos que necesitaban un tratamiento estricto o los que las madres rechazaban y necesitaban algún tipo de cuidado especial, tuve águilas, nutrias, lapas, jaguares, tuve que habilitar un área para ellos y ahí los cuidaba a tiempo completo hasta que mi familia no aguantó más y tuve que dejar de hacerlo. Además en ese zoológico fue que tuve mi primer contacto con las águilas harpías. Habían dos águilas harpías  que tenían mucho tiempo ahí y  me impactaba esa ave por su imponencia, ahí empecé a leer un poco de ella e inicié unos trabajos de observación exhaustiva. A partir de entonces, inició mi interés y mi amor por ellas, aunque originalmente como investigador y científico, empecé fue con caimanes y serpientes. Por casualidades  de la vida el gran  investigador y pionero en  harpías  en Venezuela y Panamá, el venezolano Eduardo Álvarez vino al país a dar unas charlas de su tesis doctoral sobre  esta ave,  y llegó por casualidad la invitación al zoológico para que fuera alguien del parque, fui y ahí tuvimos el primer contacto teniendo una buena interacción, yo lo admiro mucho no sólo como profesional sino como amigo,  es mi maestro y  fue gracias al zoológico que lo conocí.

Sobre el proyecto del Águila Harpía en Venezuela“… yo en este proyecto estoy trabajando desde el 92 centrándome en la localización de nidos activos, así a las harpías encontradas se les pone un anillo de identificación, se registran sus datos biológicos y se les colocan transmisores para seguir sus movimientos.  En Venezuela tenemos reportados 67 nidos  que están activos y que son usados por las águilas en sus ciclos reproductivos, pero si contáramos los nidos que históricamente consiguió Eduardo desde sus inicios, estaríamos pasando los 140 nidos aproximadamente…”

En la Reserva Forestal de Imataca“ …en Imataca lo que estamos haciendo son seis cosas fundamentales:
1.- Evaluación anual de los nidos que ubicamos en años anteriores para ver si están activos o no.
2.-  Ubicación exacta  e identificación  de nidos nuevos.
3.-  Estudiar las características de los ciclos reproductivos en esos nidos.
4.-  Evaluación del hábitat donde se encuentran los nidos.
5.-  Observar la cantidad y diversidad de las presas que consumen las águilas harpías.
6.- Capturas de águilas harpías tanto juveniles como de adultos para la colocación de transmisores de telemetría tanto satelital como convencional para hacer seguimiento a los movimientos que realizan estas aves  y de los patrones de dispersión que pudieran tener los juveniles para establecer su territorio posterior a cuando salen del nido.  Igualmente estamos haciendo pruebas bacteriológicas,  sanguíneas, parasitarias, estudios genéticos, etc.
Todo este trabajo en Imataca tiene un punto muy importante y es que  estamos involucrando personas de las comunidades locales en dichas actividades, convirtiéndolos en los principales aliados para la conservación de estas águilas. Pero esta unión con la comunidad no es sólo en Imataca sino a nivel nacional e internacional porque el proyecto de conservación del águila harpía en Venezuela es el punto de referencia para otros países, dentro del área  de distribución de la harpía…”
Alexander se caracteriza por ser un gran colaborador prueba de ello es que comparte sus inmensurables conocimientos: “he sido docente directa e indirectamente, impartiendo clases en la UCV, en la escuela veterinaria en fauna silvestre, manejo de animales… he sido invitado por otras casas de estudio y organizaciones tanto nacionales como extrajeras para impartir cursos, dictar charlas, simposios… pero la educación que más aplico es la de campo, la experimental, involucrando a la gente en la experiencia de uno, eso me lo enseñó el Sr. Paco en Maracay”
las harpías,  son animales peligrosos, ¿has tenido algún accidente trabajando con ellas?

 ¿Peligro con las harpías?“…He tenido muchas experiencias difíciles y peligrosas con las harpías, una de ellas fue un ataque de una harpía cuando iba subiendo un árbol, el águila adulta me atacó, yo la pude esquivar en un principio pero quedé de espalda sin ver el animal y  me hizo un segundo ataque agarrándome, pero por suerte tenía un bolso en la espalda, así que el águila queda enganchada al mismo, pero me penetra con una de las uñas por un costado de la espalda, produciéndome una perforación de pulmón, pero eso sanó.  En Ecuador tuve otra experiencia, trabajando con un nido, esta vez falló el equipo de escalada  y caí de una altura de 40 mts  causándome por suerte sólo una fractura de peroné en la pierna izquierda.  Esta es el águila más poderosa del mundo por lo que siempre hay riesgos y el temor siempre te acompaña el día que no sea así y vaya confiado seguro algo pasa…”
 Alexander Blanco es más que el señor de las harpías, es parte de ellas, en cualquier momento esperamos que abra sus alas al encuentro con su especie y en ese vuelo rasante tal vez encuentre el amor, uno de sus anhelos principales… por ahora nos conformamos con verlo trepado en los árboles, luchando por alcanzar las águilas harpías… reinando, en su mundo de aves gigantes.










viernes, 8 de abril de 2011

JOYAS SECRETAS DE LOS TESOROS DE LOS BOSQUES DE VENEZUELA

JOYAS SECRETAS DE LOS BOSQUES DE VENEZUELA
 Fotografías y texto por

     Son las siete de la tarde, el sol ya se ha ocultado bajo el horizonte. Está lloviendo y lo que cualquier mortal pensaría en hacer es quedarse en casita, ver una película y abrazarse a su ser amado. Yo no, yo me pongo las botas de caucho, el impermeable, ajusto la cámara y el grabador de sonidos, y me dirijo a una selva al sur del OrJinoco, donde ya algunas de las criaturas más exóticas del planeta empiezan sus actividades nocturnas. Si alguien se encontrara con una de las criaturas a las que me refiero, de noche, y si éstas midieran dos metros, en vez de unos pocos centímetros, muchos pensarían que han tenido un contacto de la tercera fase. Con sus ojos saltones y peculiar apariencia, brazos y dedos larguísimos, y un caminar pausado, aparentan un ser alienígena. Pero no, son anuros, mejor conocidos como ranas. Aunque hay especies diurnas, la mayoría concentran su actividad a lo largo de las horas oscuras, dilatando entonces sus pupilas al máximo, y cantando los machos (mas que cantar emiten sonidos de diferente índole) para atraer a sus hembras y reclamar territorio.
Arribo a una laguna al borde de la selva pluvial, guiándome por el escándalo que producen cientos de ranas cantando, y me detengo a explorar bien el lugar. Cada rana tiene su propio canto, y tras una dilatada experiencia de muchos años, un herpetólogo competente es capaz de distinguir los cantos por especies sin tener que verlas directamente. El trabajo consiste en grabar el canto de una determinada especie, para luego analizarla con los programas adecuados en el ordenador. Después se tiene que buscar la rana entre la maraña vegetal guiándose por el canto; si ésta se calla por tener al depredador (en este caso nosotros) muy cerca, el proceso puede prolongarse muchísimo tiempo, a no ser que se halle el animal por suerte. Una vez localizado, se trata de hacer fotos en actitudes naturales, sin molestarlas, y depende del trabajo que se esté realizando, será o no, necesario colectar unos individuos para su posterior examen.
El solo hecho de buscar un animal tan difícil en lugares a veces de complicado acceso, sorteando otras criaturas nocturnas que pueden ser peligrosas (como mapanares y otras serpientes), medio enterrado en barro, enganchándote en matas espinosas, y evitando avisperos y hormigas, hace del evento toda una experiencia extrema.

LAS RANAS MÁS BELLAS

RANAS LÉMUR

Particularmente, de entre todos los anuros, me llaman la atención dos grupos, las ranas lémur, y los dendrobátidos, aunque hay otras que también son considerablemente atractivas por su coloración y hábitos. Empezando por las ranas lémur (de la familia Hylidae, subfamilia Phyllomedusinae), su nombre alude a su manera prosimia de moverse. No suelen saltar, sino caminan a lo largo de las ramas, cantando con un seco “cock”. Existen nueve especies en Venezuela por todo el territorio, algunas de tamaño moderado, no superando los 5 cm (Phyllomedusa hypocondrialis), hasta uno de los hílidos (los hílidos incluyen en general a todas las ranas arborícolas, incluyendo a las plataneras) de mayor tamaño y más impresionantes del mundo (Phyllomedusa bicolor).
Todas estas ranas poseen una personalidad (digamos mejor una “anuridad”) intensa, con unos ojos sobresalientes y penetrantes, y unos movimientos más de mamífero que de anfibio. Todas ellas son tóxicas, y sus pieles contienen péptidos y otras sustancias que las hacen poco apetitosas a los predadores. Pero para los humanos son inofensivas, bastando lavarse las manos después de tocarlas. Recientemente estuve en Imataca, donde hallé una de las especies más raras en Venezuela, Phyllomedusa tomopterna, tal vez la más bella de las ranas lémur, la más grácil y simpática. En el mismo charco se hallaban también las más comunes Phyllomedusa hypochondrialis, de pequeño tamaño y que se conoce de casi todo el país (exceptuando las cumbres montañosas), y P. trinitatis, conocida de la cordillera de la Costa y del sector nororiental del escudo Guayanés. Ésta última posee unos ojos espectaculares, dorados con retículo negro.


DENDROBÁTIDOS

Los dendrobátidos son sin duda los anuros más llamativos del mundo, con unos colores sumamente vívidos que indican su toxicidad (eso de denomina coloración aposemática, la que se advierte por medio de colores vivos). Sólo existen en la región neotropical, y su máxima expresión se halla en la alta Amazonía peruana y ecuatoriana. En Venezuela hay pocas especies de ranas venenosas de esta familia Dendrobatidae. El más conocido es sin duda el sapito minero (Dendrobates leucomelas), común al sur del Orinoco. Se trata de una rana amarilla y negra, con variación acentuada en su patrón de manchas y bandas. El amarillo puede variar a naranja y hasta verde en ciertas poblaciones. Su toxicidad es importante pero ha sido exagerada. No es cierto que los indígenas usen su veneno para untar sus flechas ni dardos, eso ocurre solamente en el Chocó colombiano con ranas dardo del género Phyllobates que no existen en Venezuela.


Un sapito minero que haya sido molestado suficientemente exuda un compuesto blanco que puede ser mortal para depredadores, y para un humano si se lo come. Pero supongo que la gente no debe ir comiéndose ranas crudas y por tanto, no la considero peligrosa. Para ciertas culturas indígenas Dendrobates leucomelas representa una especie bien importante. Es Wanadi jiñamo’jidi, la esposa de Wanadi, el dios creador Yek’wana, quien, según cuenta su mito creacionista, buscaba una esposa entre los animales, y gustó de una rana marrón, que se escondía entre la hojarasca siempre que se acercaba, hasta que Wanadi la pintó para no perderla más; cuando después comprobó que se pasaba tanto tiempo ante un espejo maquillándose, la rechazó.

Otros dendrobátidos pintados de Venezuela son Epipedobates pictus y E. trivittatus (actualmente reconocidos por algunos autores en el absurdo género Ameerega), parecidos entre sí, negros y con dos listas dorsolaterales de color amarillo y verdoso respectivamente, y vientre azul. Ambas se encuentran en Venezuela exclusivamente en la Reserva Forestal de Imataca y en áreas cercanas del Delta del Orinoco.

Pero tal vez el representante más exclusivo de la familia en Venezuela, por su endemismo (del Cerro Yapacana en Amazonas), su color rojo y su rareza, es Minyobates steyermarki. Dada la imposibilidad actual por razones políticas de llegar al Cerro Yapacana, publicamos una fotografía de la especie de un ejemplar en cautiverio en Alemania, donde existe una población extraída ilegalmente hace más de 15 años pero que se reproduce bien y alcanza precios astronómicos en mercados internacionales. Estas tres ranas también son tóxicas, pero mucho menos que el sapito minero, aunque deben ser estudiadas por la posibilidad de extraer fármacos de su piel.

OTRAS JOYAS VENEZOLANAS

   Aparte de ranas lémur y dendrobátidos, existen por supuesto muchas otras ranas situadas taxonómicamente en diversas familias, que llaman la atención por sus coloridos, comportamiento o rareza.
La primera, sin duda, merece un capítulo especial, ya que posee las tres características. Pertenece a la familia de los sapos verdaderos (Bufonidae) pero con una complexión grácil y sin verrugas. Su color rivaliza con el del sapito minero, y posiblemente sea uno de los vertebrados más amenazados del mundo. Es el sapito rayado o Atelopus cruciger, endémico de la cordillera costera venezolana. Este sapito era sumamente abundante hasta los primeros años ochenta, en los parques Nacionales  Ávila, Henri Pittier y San Esteban, entre otros lugares, para desaparecer absolutamente de todas las áreas de donde era conocido. Nadie sabia por qué, pero al mismo tiempo se notificó que otros Atelopus de la cordillera Andina también se habían rarificado o desaparecido. En el año 93, después de más de un decenio sin que nadie hubiera avistado uno de estos animales, se consiguió una población en la vertiente costera del parque Henri Pittier, actualmente bajo monitoreo. Es un misterio aún lo que le ha ocurrido a la mayoría de la población, pero se sospecha, por la presencia de un hongo en su piel, que éste pueda haber afectado de alguna manera nociva y acabado con la mayoría de efectivos.


Otras pequeñas joyas (particularmente similares a las esmeraldas) son las ranitas de cristal, de pequeño tamaño, y ventralmente transparntes (de ahí su nombre). A través de su piel se puede observar el corazón, hígado y otros órganos internos. Son de color verde esmeralda, lima o verde oscuro, con unos ojos a veces adornados con retículos o manchas aracnoides. Algunas cuelgan del envés de las hojas para cantar, adhiriendo sus puestas de huevos también al envés de las hojas sobre riachuelos. Recientemente observamos varias especies en la Gran Sabana (aunque están presentes en todas las zonas montañosas del país), como Hyalinobatrachium crurifasciatum, H. taylori y Vitreorana helenae.

Entre las ranas arbóreas (familia Hylidae) existen muchas que, sin competir en color con los dendrobátidos, poseen un atractivo en su disposición malabarista. Alguas especies de mediano tamaño son verdes con puntos amarillos (Hypsiboas cinerascens) o rojos (H. punctatus), o con un jaspeado amarillo a rojizo (H. lemai, H. tepuianus). Las ranas del género Dendropsophus son en general apagadas en color, y pequeñas. La expcepción es notable, D. marmoratus, quien pese a poseer dorsalmente un patrón críptico, ventralmente muestra un festival de colores. 
En fin, valga decir que entre los animales más coloreados del planeta se hallan muchos anfibios, pugnando por su belleza con las más exóticas aves y los peces marinos más fabulosos.
Venezuela alberga hasta la fecha unas 350 especies de anfibios conocidos, aunque muchas más esperan por su descubrimiento y/o descripción. Son los lugares más remotos los que más probablemente acaparan mayor concentración de especies por clasificar (como tepuyes o cumbres andinas), y a ello me seguiré dedicando, tal es la fascinación que ejercen estas criaturas sobre mi.
César L. Barrio Amorós
Director Ejecutivo de la Fundación AndígenA

jueves, 7 de abril de 2011

PARAKA WACHOI: EL LAGO DE LA CORDILLERA DE EL DORADO


Fotografías y texto por Charles Brewer-Carías // charlesbrewer@cantv.net


...dicen que en la cordillera hay una laguna grandísima y que de la otra parte de ella hay grandes poblaciones, y muy gran numero de gente y gran riqueza de oro y piedras preciosas. Preguntéles si había tanta gente como en los llanos. Reíanse de mi diciendo que en la cordillera había muchos lugares y que en cada uno de ellos había mas que en todos los llanos
Antonio de Berrío. Carta a Su Majestad. 24 Mayo 1585. (En: Don Antonio de Berrío, por Pablo Ojer S.J. 1960, Caracas)

GEOGRAFIA Y TOPOGRAFIA
A 12.8 km al N (353º) del Cerro Autana y en la cumbre de una colina que se desprende del Cerro Sipapo o Paraque, se encuentra anidado un extraño lago que no tiene río alguno que lo alimente, que no muestra lugar de drenaje y que luce misteriosamente encerrado en un cráter que muchos creyeron que era de origen volcánico.
Pero este envase de agua 242 metros de diámetro y 33 de profundidad situado a 365 m sobre el nivel del mar, se abre en medio de una  roca sedimentaria como la de los tepuyes donde, gracias a las aerofotografías verticales que pudimos obtener de la antigua Cartografía Nacional, permite apreciar que la aparente caldera correspondería a una enorme sima de hundimiento, posiblemente de origen similar a las Simas de Sarisariñama, que descubrimos en 1974 pero, de 500 metros de diámetro. Resulta también muy interesante apreciar en estas aerofotografías que, a 1 Km al sureste de este lago, se encuentra otra depresión similar que ahora está colmatada por árboles y que, poniendo mas atención y por medio del par de fotos estereoscópicas logradas en el mismo vuelo, es posible ubicar otras 6 simas que seguramente estuvieron relacionadas entre sí antes de que ocurriera el colapso que destruyó parte de un antiquísimo sistema de cavernas que hemos encontrado, pero que todavía está por darlo a conocer. 

En vista que ubicar el lago cuando se vuela en una aeronave resultaba muy complicado porque no hay aún mapas que muestren su posición, tal como ese que estamos presentando aquí creado por nosotros. Después de que aparecieron las primeras imágenes de radar lateral (SLAR) en 1972, se nos ocurrió que resultaría mas fácil mostrar la posición del Cerro Autana y el Lago Leopoldo mediante el “Mapa del Dragón“; ya que en este la torre del Cerro se encontraba formando en el colmillo derecho inferior y el Lago descansaría justo en la punta de su lengua bífida.

LAS EXPEDICIONES
Según pudimos constatar en nuestra expedición de 1970, los indígenas Piaroa nunca se habían acercado a la orilla de este Lago que a partir de entonces empezamos a llamar “Lago Leopoldo”, pero que después de 1977 pudo ser traducido como “Paraka-Wachoi”  o el “Lago del Cerro Paraque” (Mendoza, 2002), porque así le pusieron como nombre unos indígenas Piaroa que participaron en una de las expediciones que había organizado el Dr. Luís Daniel Berrizbeitia. Sin embargo este lago, que había sido ubicado desde el aire a mediados de 1940, fue conocido al principio como Lago Giacopini  y también como Lago Anduze, en honor a Don José Giacopini Zárraga y al Dr. Pablo Anduze, que fueron muy amigos nuestros y los gobernadores que mejor conocieron al Territorio Amazonas.
Pero fue durante la expedición ELATA de 1952, cuando este fenómeno lacustre sería bautizado como “Lago Leopoldo” como homenaje al Rey Leopoldo III de Bélgica, que había participado en aquella expedición ELATA (Expedición del Rey Leopoldo al Territorio Amazonas) organizada por el arqueólogo José M. Cruxent con el propósito de continuar sus exploraciones en el Alto Orinoco, el río Sipapo y el río Autana (Bodart, 1956), (Bélgica, 2004).
Cruxent ya había estado explorando esa región del Autana en 1948, pero en ninguno de sus informes mencionó la existencia del lago (Cruxent 1949, 1950). Sin embargo, fue este eminente arqueólogo quien se empeña en ubicar topográficamente la posición de este Lago Leopoldo mediante unos mapas que preparó al parecer durante esa Expedición ELATA (Cruxent 1956 (a); empleando como base unas aerofotografías oblicuas que habían sido tomadas durante la Segunda Guerra Mundial (Aerofotografías 1944). Sin embargo, no hay fotografías o referencia escrita alguna que documente si alguno de los miembros de esta expedición ELATA se hubiese adelantado y alcanzado la orilla de este Lago mientras Cruxent estaba recorriendo el caño Umaj-ajé armado con el telémetro y la  brújula (Cruxent 1956 (b). Afortunadamente estos fueron los mismos mapas que Cruxent nos obsequió para que los empleáramos durante la malhadada expedición que dirigimos en marzo de 1970 con intenciones de ser los primeros en llegar hasta el lago (Brewer-Carias 1970).


Nuestro primer contacto con esta laguna que llamábamos “Lago Autana” en 1962,  ocurrió cuando el Capitán Harry Gibson nos llevó a bordo de una avioneta para que fuésemos testigo de un extraño movimiento de olas que él había filmado en varias oportunidades y que él pensaba que era provocado por algún animal prehistórico que se escondía en el agua negra de aquella distante laguna. Aquella idea de los animales prehistóricos en la laguna de un tepui ya había sido presentada por Conan Doyle en su novela El Mundo Perdido, y también fue mencionada recientemente por Alexander Laime (Cahill, 1982 p.91), por Armando Michelangeli y por José Miguel Pérez; quienes aseguraron haber visto en tres expediciones diferentes, una suerte de Plesiosauro bañándose en la cumbre del Auyantepui.
Después de que el gran naturalista y cineasta Félix Rodríguez de la Fuente leyó sobre el descubrimiento que habíamos hecho de las Cuevas del Autana el año anterior (Brewer-Carias 1972), nos pidió que le coordináramos con CODESUR el mismo helicóptero que nos había llevado a explorar la cumbre del Cerro Autana. (Aunque después de haber logrado toda la coordinación, hubo un funcionario de esta institución que nos impidió participar). Félix y su equipo lograron ir y filmar el lago desde un bote inflable, debido a que como entonces no había playa el helicóptero no tenía donde posarse. Pero al regresar casi ocurre un accidente porque el bote sin pasajeros fue aventado y casi se enredó en las aspas del helicóptero (Pou Vázquez 1995).

Después, cuando nos preparábamos para realizar el descubrimiento de las Simas de Sarisariñama, nuestro amigo el Arq. Nedo Pániz organizó en abril de 1973 una expedición hasta el Lago Leopoldo con la Oficina Central de Información OCI, acompañado por Néstor Rodríguez Lamelas y otros once expedicionarios entre los cuales se encuentraba el médico Luis Daniel Berrizbeitia, siguiendo la misma ruta señalada por Cruxent  por el Caño Umaj-ajé o “Cabeza de Manteco“ que nosotros habíamos hecho pública, al documentar nuestro fatídico y fallido intento por alcanzar lago tres años antes, cuando perdió la vida nuestro extraordinario amigo el andinista Txomin Vizcarret Molina. (Carías y Miranda 1970),  (Brewer-Carias 1972 y 73)
Esta expedición de Paniz en 1973 debe ser considerada la primera que llegó hasta el Lago Leopoldo por tierra y sin la ayuda de los indígenas Piaroa; ya que estos le temían a una gran serpiente que viviría dentro del lago. El Arquitecto Nedo Pániz había quedado muy motivado por nuestro descubrimiento de la Cueva del Cerro Autana en 1971 que, fue la primera reportada en un tepuy y considerada como la más antigua del Mundo (Brewer-Carías 1972, 73, 76), (Colvée 73). Obsesionado en 1975 vuelve al Lago con cuatro compañeros, encontrándose al regresar, con el biólogo Rodolfo Plaza que había seguido sus instrucciones y se dirigía hacia el Lago para sumergirse con una bombona y estudiar los peces que allí habitan. (Nedo Paniz,Com. Personal)
Surge una suerte de competencia entre exploradores y en Noviembre de 1977 Rodolfo Plaza regresa mas preparado con el propósito de hacer unas colecciones de la biodiversidad existente en el Lago y realizar la primera inmersión SCUBA, ya que el Capitán Harry Gibson le cuenta su idea del Plesiosauro. Esta será la más  ambiciosa y primera expedición biológica, para lo cual se hace acompañar por veinte personas entre los cuales hay tres profesores, 7 estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Universidad de Oriente y dos indígenas Curripaco. Pero no hallan rastro de la gigantesca serpiente, o del Plesiosauro de Gibson, o de pez alguno, y como testimonio publican un trabajo sobre los musgos que colectaron a lo largo del río Autana  Isidro Bermúdez y Bettina Villalobos, (Plaza 1978), (Reese y Bermúdez, 1980).
Después de la expedición de Plaza resulta ser el médico Luís Daniel Berrizbeitia quien logra por primera vez convencer a los temerosos indígenas Piaroa para que le acompañaran y le ayudaran a cargar el equipo; asegurándoles que él podría protegerlos de los hechizos de la serpiente gigante (Berrizbeitia Com. Personal). Regresa en 1981 el obsesionado Nedo Pániz por tercera vez para colocar una placa de bronce en honor al documentalista Félix Rodríguez de la Fuente y en 1982 hace el recorrido por última vez acompañado por Paul Mondolfi y otros cuatro expedicionarios.

EL TESORO DE LA LAGUNA
Esos viajes para abrir la ruta por tierra hasta el Lago sin apoyo indígena exigieron un gran esfuerzo y tenacidad, aunque no se tomaron muestras de la vegetación circundante o de su fauna. Por lo que la primera colección botánica del lugar fue realizada por nosotros el 15 de enero de 1981, justo como el broche final para una expedición botánica aerotransportada que organizamos para los botánicos Steyermark y Maguire. Esta expedición biológica que debe considerarse como la mas ambiciosas hecha en las Tierras Altas de Guayana en cuanto a lugares visitados, cubrió mas de mil kilómetros y 13 puntos de colección y, cuando ya se acercaba la noche, le pedimos al piloto del helicóptero que se detuviera brevemente en un lugar mas o menos plano que ubicamos al Sur del Lago. Y mientras el resto de los expedicionarios esperaban dentro de la nave que no apagó el motor, fuimos trotando solos hasta la orilla del Lago para colectar todas las plantas que nos parecieran interesantes; logrando meter en un saco varias bromelias del género Navia. (Brewer-Carias 1990, p 43) Tres años mas tarde, una de estas bromelias fue nombrada como Navia lactea (Steyermark y Maguire 1984).
    Desde aquel momento supimos que el Lago sería como un Cofre del Tesoro lleno de nuevas especies vegetales y animales, por lo que regresamos a explorarlo en enero del año 2000 y después el 23 de marzo de ese mismo año, que fue cuando vimos las Joyas de la Corona: una planta con flores extremadamente rojas que colectamos junto con mi esposa Fanny, acompañados por Adriana Cisneros, y el fotógrafo Mark Moffett de la NATGEO. Así como una raza del Sapito Minero (Dendrobates leucomelas) pero de color azul-verdoso que de inmediato los herpetólogos Oswaldo Ramos-Fuentes y el prolífico Cesar Barrio-Amorós, se dispusieron a criar con mosquitos para estudiarlos y así poderles tomar muestras de piel para identificarle el ADN.
Cuando vimos esta planta extraordinaria de hojas plateadas y flores rojas alargadas, pensamos que habríamos embolsado la quinta especie de del género Navia aferrada a las rocas mas secas y expuestas que rodeaban este pozo encantado. Pero al ver que esta nueva planta no pudo ser identificada por los especialistas locales, entonces el bromeliólogo Francisco Oliva-Esteve decidió realizar una investigación privada y consultarle al Dr. Walter Till que estaba en Viena y fue quien tuvo en sus manos las plantas de la expedición ELATA de 1952. Till respondió que la planta en cuestión era una piña, pero no una especie del género Navia como nosotros pensábamos, sino una especie del género Pitcairnia que nadie antes había visto con flores. Esta había estado perdida en el Herbario de Bélgica de Meise (BR) durante 48 años y habría sido colectada y prensada personalmente por el Rey Leopoldo III de Bélgica en el Caño Umaj-ajé  el 7 de junio de 1952 . Por lo que en honor a su interés botánico había sido nombrada como Pitcairnia leopoldii  (Oliva-Esteve, 2001). 

LA SIERRA DE EL DORADO

 “...dicen que en la cordillera hay una laguna grandísima y que de la otra parte de ella hay grandes poblaciones…“
Desde el aire el lago ofrecía un aspecto bastante extraño en la Semana Santa del año 2000. Coincidencialmente 406 años antes, y en una tarde igual a esta en la que aterrizábamos con un  helicóptero en la orilla de arena que por primera vez había aparecido rodeando casi todo el Lago Leopoldo, Don Antonio de Berrío el Gobernador de El Dorado, había preparado un campamento en los llanos del Vichada. Lejos, hacia el naciente estaría la serranía que todos decían que estaba la puerta de entrada hacia la laguna donde se asentaría la ciudad de Manoa; la misma sierra que había estado buscando apenas cuarenta y cinco años antes su consuegro Don Gonzalo Jiménez de Quesada, el fundador de Bogotá, Nicolas von Federman y Sebastián de Belalcázar.
El campamento de Berrío estaba protegido con una empalizada y cuando se preparaba para dormir pudo distinguir en lontananza el filo de una serranía que aún resplandecía con el sol de la tarde. Ya los pocos hombres de tropa que le quedaban y los prisioneros indios que los acompañaban habían terminado de reforzar las barricadas y encendido las hogueras para alejar a los enemigos invisibles que otra vez los mantendrían en vela con el ruido de sus guaruras. Un sonido de trompetas que los indios empleaban para hostigarlos y que uno de los prisioneros le mostró como se lograba, soplando aire entre las palmas de las manos.
Pero esa tarde Don Antonio no prestó atención a los gritos de los alcaravanes que con algarabía de perros guardianes levantaban el vuelo cada vez que sentían algún movimiento extraño en la sabana. Ahora estaba atento, y a la vez temeroso de parpadear, para no perder el más mínimo detalle de aquel hilo dorado que evidenciaba en el horizonte del naciente unas montañas que rielaban por razón de la distancia o por el cansancio de sus ojos. Aquel resplandor pudiera ser el de la Sierra de El Dorado que había estado buscando hacia el Este desde que salió de Chita. En  su cumbre se encontraría el lago “… muy grande de su extremo y, que la tardan en pasar los indios en canoa tres días…”
¡El Lago Parima! ¡El Mar Blanco!
 -Repitió para si un par de veces con el tono de una oración- y continuó oteando en la oscuridad hasta que el último reflejo de aquella visión fue engullido por la tinta de la noche. Justo entonces empezó a notarse en el cielo aquel otro resplandor que había estado siguiendo como un faro y que como un vaho se estacionaba todas las noches en una parte de la bóveda celeste. Ahora estaba seguro de que aquel brillo era provocado por la luz de las estrellas reflejada sobre las tejas doradas de la ciudad de Manoa.
¡Estamos en el camino!
 –gritó quebrando el silencio de la noche- y ordenó a todos rezar. Esta sería finalmente la señal divina que por la gracia de Dios le era concedida justo el día del Domingo de Ramos del año 84. (Berrio, 1585)
Aquella noche el Gobernador de El Dorado se acuesta pensando en las riquezas del Príncipe Dorado y en el posible encuentro con los Epuremei que lo protegían. Se mece en una hamaca colgada bajo el techo portátil que los indios habían preparado con las anchísimas hojas ahumadas de la palma Temiche (Manicaria saccifera), mientras una prisionera se dedica a extraerle las niguas con un diente del pez Payara. A su lado una cesta plena con trozos de una galleta grande llamada casavi que había aprendido a comer con los indios y en la una totuma humeante; el caldo del pez que tanto le había recomendado su explorador Pontes después de regresar de los llanos el año anterior: “Curíoso pez este que tiene en la cola un ojo como el de las plumas del pavo real” (Pontes, 1583).

Berrío se encontraba entonces apenas a cuatro leguas del Río Barraguán, el mismo que Ordáz había conocido con el nombre de Huyapari frente a la isla de Trinidad y quizás el mismo río que habría recorrido El Tirano Aguirre acompañado con sus Marañones después de haberse alzado y asesinado a Don Pedro de Ursúa el primer dia del año de apenas veintitres años antes (1561). Ahora acompañaban a Don Antonio catorce hombres sanos, unos caballos y las pocas cabezas de ganado que sobrevivieron de las cuatrocientas que había arreado desde su hacienda en la población de Chita. Por lo que estimó que para asediar a Manoa tendría que hacer un largo recorrido fluvial hacia el Naciente -“Desde donde será el viaje muy cerca para España” –escribiría después-. “y brotarían poblaciones por todas partes, pues El Dorado tiene urbes mayores que Santa Fé, Lima y Mexico…”.
Finalizaba ya el verano. Apura Berrío lo que le queda de llano y a bordo de una improvisada balsa cruza hasta la orilla opuesta de este caudaloso Barraguán, que era el curso de agua más ancho que alguno de ellos hubiese visto. En la orilla opuesta, el Kuaymayojo de los piaroa, el que llamamos ahora Cerro Autana,  lucía como una torre almenada.
"Este Cerro Carivirri cerca del río Auvana es un admirable monte horadado en medio como con una ventana, de la altura de un elevado campanario, cuadrado y llano en la cima, de modo que si el trabajo mereciera la pena, se le podría hacer un castillo" . Fray Salvatore Gilij, 1782.
Durante diez días, -documenta el escribano- Berrio y sus catorce hombres rehendieron montes por sobre la Sierra del Dorado (que corresponde a nuestras montañas del Sipapo y del Guayapo), buscando la laguna que hay en el cerro. Este habría sido el Paraka-wachoi, la Laguna del Cerro Paraque (Sipapo) con agua negra y yerma que encontramos anidada precisamente sobre esa misma Sierra Dorada que Berrío vio temblar como un hilo en el horizonte pero; este lago resultó ser muy pequeño comparado con aquel Lago Parima, el Mar Blanco de doscientas leguas de largo donde se levantaba la gran ciudad de Manoa, la capital de los Omaguas y el sitio donde se bañaba El Hombre Dorado:
Subía el príncipe en la balsa,
desnuda su piel cobriza,
con resinosas sustancias
y mieles de monte ungida,
el cuerpo con oro en polvo
los caciques le cubrían,
y a sus pies sobre la balsa,
llevaba la ofrenda rica
de oro labrado en  joyeles
con profusa pedrería…

(Restrepo, 1938)

martes, 5 de abril de 2011

LA CUAIMA PIÑA

La Cuaima Piña, hermosura letal
Texto y fotografía/Luis Fernando Navarrete

Cuaima Piña, Verrugosa, Daya, Concha de Piña o simplemente Cuaima (Lachesis muta muta) es sin duda alguna la reina de nuestras selvas. Es una serpiente de la familia Viperidae, es el ofidio venenoso más largo del continente americano y entre las 4 del mundo alcanzando hasta los 4 metros de longitud. Comúnmente es conocida como Cuaima Piña por la textura de su piel, la cual es muy parecida a la concha de una piña, tanto por el color naranja amarillenta, como por sus escamas en forma casi piramidal, las cuales son tan aquilladas que al sujetarla con fuerza se puede sacudir y girar  causando raspones en la piel.
Se caracteriza por ser una serpiente robusta, elegante, con la cabeza bien diferenciada y de gran tamaño. La coloración de sus escamas es amarillenta o naranja con ciertos tonos rosados, se destaca el patrón de manchas romboidales negras o marrones. Las escamas ventrales son de color blanco marfil o rosáceo sin manchas. Un rasgo único entre las serpientes de esta familia es la presencia de una uña puntiaguda en el extremo de su corta cola (estilete apical), que viene precedido por un verdadero racimo de pequeñas escamas alargadas.

A nivel mundial es una de las serpientes venenosas más hermosas y peligrosas, han sido reportadas cuatro especies de este género con varias subespecies en discusión, dos especies en Centro América: Lachesis stenophrys y Lachesis melanocephala, y una en Centro y Suramérica: Lachesis acrochorda y una en Suramérica, con dos subespecies:  Lachesis muta rhombeata y Lachesis muta muta.
¿Dónde vive?
Nuestra Cuaima Piña es la subespecie Lachesis muta muta, y de todas es la más escasa de conseguir, ya que se encuentra en las impenetrables selvas lluviosas tropicales de tierras bajas, desde los 300 hasta los 1.000 metros sobre el nivel del mar. Habita en tierras muy cálidas y con alto grado de humedad, se distribuye en Sudamérica en el este de Colombia, este de Ecuador, Perú, norte de Bolivia, Guyana, Surinam, Guyana Francesa, norte de Brasil, en las isla de Trinidad y Tobago y al sur-este de Venezuela.
A pesar de su gran tamaño, pasa desapercibida en la espesura del suelo del bosque, por los colores de su cuerpo y de su conducta sigilosa. Es de hábitos terrestres y  se activa durante la noche que es cuando asecha a sus presas, que consisten en principalmente en mamíferos acorde a su tamaño. Es el único Vipérido del Nuevo Mundo que es ovípara, es decir que se reproduce mediante huevos, no pare sus crías como el resto de sus congéneres. En líneas generales, puede poner una docena de huevos, los cuales deposita en un lugar donde la materia vegetal en descomposición produzca una alta humedad y una temperatura promedio de 30ºC, a los tres meses aproximadamente eclosionaran las pequeñas “Cuaimitas”.

Vivir para contarlo
    La Lachesis muta posee unos colmillos retractiles de tipo solenoglifa de más de cinco centímetros de largo, con los que puede infringir desgarre en el momento de la mordida. Sus enormes glándulas de veneno almacenan las toxinas, que luego inyecta en grandes cantidades. El veneno de esta serpiente es bastante activo, es una mezcla de las actividades que tiene el veneno de las serpientes de cascabel (Crotalus) y las mapanares (Bothrops), en donde hay actividades necrosantes,
proteolíticas. neurotóxicas, hemolíticas y
 
Aunque la mayoría de los accidentes ofídicos con esta imponente serpiente  le ocurren a mineros, indígenas y taladores de los bosques, en febrero de 1995 tuve un encuentro muy cercano con una Lachesis muta traída de Amazonas a Caracas. Luego de manejarla para revisar su estado, la introduje en un saco para serpientes, sin percatar que había dejado un pequeño orificio abierto, la serpiente me tenía en la mira a través del saco, gracias a sus fosetas termoreceptoras que le permiten detectar el calor sin tener que ver. Fui a corregir para cerrar el orificio y velozmente la cuaima saltó mordiéndome en el dedo índice. Clavó sus dos colmillos y como estaba muy enojada se quedó fijada a mí, descargando gran cantidad de veneno en mi organismo, lo que hizo que tuviera el cuadro de envenenamiento completo que causa esta toxina. Inmediatamente fui trasladado al centro de referencia nacional en estos casos: Hospital Periférico de Coche de Caracas, dónde con mucho trabajo lograron salvarme la vida. Estuve en cuidados intensivos durante cuatro días y diez más hospitalizado, se me aplicaron cuatro unidades de antiveneno polivalente porque en Venezuela no existe el antiveneno específico antilachesico.
Estos accidentes suceden porque la serpiente se ve obligada activar sus sistemas de defensa. En realidad la función principal del veneno es eliminar a sus presas con gran efectividad. Por otra parte, el veneno contiene encimas predigestivas que le ayudan a digerir a su presa y por último, lo utiliza como defensa. Actualmente vivo para contarlo y sensibilizar a las personas en la comprensión de estos seres tan rechazados y temidos. Siempre he sentido una gran pasión por la historia natural de estos animales, y ahora más que nunca tengo el compromiso con ellos de mostrar a los demás la otra cara de la moneda: el valor que tienen tanto para la naturaleza como para la humanidad.
El veneno: su tesoro
Para las serpientes venenosas reponer el veneno es un gasto energético muy alto, por lo que no les conviene malgastarlo en algo o alguien que no va a ser su presa. El veneno de las serpientes es un cóctel de proteínas en el cual se encuentran diversas actividades, que actualmente son muy preciadas para realizar estudios de algunas de sus fracciones o componentes para utilizarlos en la elaboración de fármacos que ayudan a salvar la vida del humano. ¡Son más las vidas que se van a salvar con el veneno de las serpientes, que las muertes que pueden causar! por encuentros fortuitos cuando invadimos su hábitat, tan sólo hay que aprender a convivir con ellas, respetando su espacio y conociendo sus estrategias de vida.
Luis Fernando Navarrete Sánchez
BIOREPTILIA: Centro Integral de Educación, Investigación y Conservación.
Serpentario del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela.